ESPECTACULOS

Crítica: «Guardians of the Galaxy Vol. 2» experimenta con su sonido

Si Guardians of the Galaxy se sintió como el primer álbum de unos rebeldes desconocidos que irrumpieron en la escena musical con un sonido diferente y carácter propio, su secuela -subtitulada Vol. 2– funciona como el segundo disco de la agrupación; ese cuyo lanzamiento es anticipado con ansias y altísimas expectativas por su fanaticada, y con el que los integrantes del grupo pretenden probar que el éxito del primero no fue obra del azar.

Prosiguiendo con esta analogía –meritoria en vista de cómo el director James Gunn continúa haciendo excelente uso de su paladar musical en el ecléctico escogido de temas de los 70 y 80 que contribuye a la singularidad de ambas películas-, el Vol. 2 contiene varios sencillos que por sí solos revalidan por qué estos personajes sobresalen dentro del universo cinematográfico de Marvel. Sin embargo, tomadas como un solo álbum, la armonía entre todas las canciones no siempre está presente, debido a aquellos cortes en los que la banda se puso a experimentar con su sonido.

 No es que haya nada de malo con salirse del patrón, algo que no solo es bienvenido sino necesario en tiempos cuando estos blockbusters –particularmente los de Marvel- padecen de una homogeneidad cada vez más evidente. Gunn se esfuerza porque la secuela no sea un refrito de la primera, separando a los guardianes durante la mayor parte del filme y ofreciéndole a cada uno su espacio para desarrollarse, mas esta decisión repercute en una falta de propulsión narrativa que mantiene la delgada trama deslizándose lentamente hacia el explosivo desenlace.

La acción arranca poco después de los hechos de la primera parte, con el mitad-humano, mitad-“usted lo descubrirá en esta película” “Peter Quill (Chris Prat) dirigiendo a la ganga de rufianes de una misión galáctica a otra para ganarse la vida. Cuando nos reencontramos con ellos –luego de otra estupenda secuencia de créditos en la que el ultra adorable árbol antropomorfo “Baby Groot” se roba el show-, el malcriado mapache “Rocket” se acaba de robar una baterías espaciales que los coloca en la mirilla de una especie de alienígenas humanoides –liderada por la actriz Elizabeth Debicki, como una diosa dorada- que pone un precio sobre la cabeza de todos.

Su huida los lleva a toparse con “Ego”, un ente nebuloso y apropiadamente nombrado -interpretado con inigualable carisma por Kurt Russell-, que revela ser el padre que “Peter” jamás conoció. “Ego” lo invita a él, “Gamorra” (Zoe Saldaña) y “Drax” (Dave Batista) a su planeta para contarle (casi) toda la verdad sobre su origen, por qué abandonó a “Peter” y su madre en la Tierra y cómo pretenden enmendar este error. Esto deja a “Rocket” y “Groot” a cargo de “Nebula”, la hermana de “Gamorra” que tienen como prisionera, pero los tres son secuestrados por los mercenarios que estaban bajo el comando de “Yondu” (Michael Rooker) –el extraterrestre que raptó y crió a “Peter”- y quienes intentan cobrar la recompensa impuesta sobre los guardianes.

La secuela se circunscribe básicamente a que cada personaje lidie con sus propios “issues” paternales, a que “Peter” se reconcilie o no con su papá y que “Gamorra” y “Nebula” puedan olvidar los abusos de su progenitor, el gran -pero, hasta ahora, prácticamente invisible- villano de este universo, “Thanos”. Gunn apuesta a este desarrollo dramático como núcleo emocional, obteniendo un resultado moderadamente exitoso en el primer caso –gracias en gran parte a la canción perfecta de Cat Stevens- y fallando en el segundo. La subtrama de las hermanas es más un estorbo que una entretenida distracción, mientras que “Rocket” queda relegado a un tercer plano sin la oportunidad de bromear con el resto del equipo sino hasta el tercer acto.

Sin embargo, el extenso desenlace reúne a todos los personajes en el mismo espacio, devolviéndole al Vol. 2 la chispa del filme original. Es aquí donde Gunn dispara todos los cartuchos, consiguiendo una estética única en la filmografía de Marvel, repleta de colores e imágenes literalmente fuera de este mundo que hacen de esta ópera espacial una digna, aunque no súper memorable, secuela, que aun con sus limitaciones, promete ser uno de los puntos más altos del verano cinematográfico.

Fuente: primerahora.com

Eddie Vinueza.