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Las muertes escalaron en Imbabura en los últimos dos meses con el COVID-19

Ha visto morir a decenas de enfermos en la sala de emergencia, luchando por una bocanada de oxígeno.

Joaquín (nombre protegido) es médico en un hospital público de Ibarra.

Él se encarga de valorar a los pacientes que llegan con síntomas de COVID-19 y, si la situación es compleja, les asigna una cama, aunque no siempre hay una disponible.

Eso no es lo más difícil de su trabajo. Lo peor, cuenta, es cuando los pacientes ingresados se agravan y requieren una unidad de cuidados intensivos.

Estas llevan cuatro meses abarrotadas en Imbabura, según las cifras oficiales procesadas por el Instituto Geográfico Militar.

Las llaman «camas calientes», pues cuando un paciente de terapia intensiva se recupera o muere, se libera un espacio que, de inmediato, lo ocupa otro.

Lo complicado para Joaquín es elegir quién, de todos los enfermos que lo necesitan, llenará la unidad de cuidados intensivos que a veces se habilita.

«Es horrible tener que decidir a quién tratar de salvar», se lamenta.

Los protocolos favorecen a los que tienen más posibilidades de sobrevivir: pacientes jóvenes sin ninguna otra enfermedad.

La situación es tan delicada que en su trabajo le prohibieron hablar públicamente de lo que ahí sucede.

Por eso, Joaquín pide la reserva de su nombre y el del hospital.

Teme que algún directivo lo identifique.

A inicios de agosto, seis personas murieron en su turno. No le había pasado antes, no en esa magnitud.

Por desgracia, relata, ese nivel de mortandad se ha mantenido hasta ahora.

A la par, los enfermos con dificultades respiratorias que acuden a emergencia se han incrementado.

«Hemos tenido pacientes que llegan a morir», se aflige.

El aumento de defunciones en Imbabura se refleja en las inscripciones del Registro Civil.

Según estas estadísticas, las muertes han escalado en esa provincia desde finales de junio.

La última semana de ese mes, se registraron 46 fallecimientos.

Para la segunda semana de agosto la cifra llegó a 96.

Es la más alta en lo que va del año y la situación podría ser peor, pues hay muertes que se inscriben hasta con semanas de retraso.

El incremento lo sintió Joaquín en el hospital. Cuenta que una semana después del feriado, los pacientes se incrementaron un 20% en emergencia.

Tuvieron que instalar una carpa afuera.

Por eso, a Joaquín le preocupa que el fin del estado de excepción, previsto para el 13 de septiembre, relaje las restricciones de movilidad.

Él ha palpado el costo. «Seguimos siendo uno de los países con más mortalidad.

Quitar las restricciones, haría que suba la mortalidad.

Entonces, no sé -suspira-. ¿Mientras más viejitos se mueran, mejor? ¿Es esa la lógica?». (I)

Fuente: evafm.net