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Las alertas en Coca Codo se activaron antes de inaugurarla

Quito –

Las fisuras en los distribuidores de agua que alimentan a las turbinas de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair amenazan con paralizar, en cualquier momento, las ocho unidades de generación de energía eléctrica.

“Las consecuencias son impredecibles”, advirtieron por escrito en el 2015 –más de un año antes de la inauguración oficial– los técnicos de la obra a los gerentes de turno.

Los reportes sobre el aparecimiento de grietas, filtraciones y soldaduras mal hechas se multiplicaron desde el 2013 y se extendieron como un asunto de todos los días en la hidroeléctrica, calificada por el expresidente Rafael Correa como la obra de infraestructura más grande en la historia del país.

Su costo supera los $ 2.000 millones y su capacidad de generación de energía (1.500 megavatios) podría abastecer a cerca del 30% del territorio.

El 18 de noviembre de 2016 se inauguró la central, en un acto oficial realizado en el edificio del ECU-911 de Quito, levantado con financiamiento de China.

Asistieron Correa y el presidente chino, Xi Jinping.

Allí, el exmandatario destacó el 70% de financiamiento con un préstamo chino y aseguró que el proyecto permitiría un ahorro de $ 600 millones anuales.

“Eso significa que en cuatro años ya está pagado (…). No hay mejor ahorro que una buena inversión”, afirmó ante un importante despliegue de cámaras y comunicadores oficiales.

En la transmisión oficial del evento se puede ver al entonces vicepresidente, Jorge Glas, saludando en directo desde la central Coca Codo Sinclair, que está ubicada entre las provincias de Napo y Sucumbíos. “Hemos verificado todos los niveles de operación”, aseguró desde el cuarto de máquinas.

Sin embargo, de acuerdo con el informe preliminar del examen especial realizado por la Contraloría (que fue leído en audiencia pública el miércoles de esta semana), en los años previos solo en tres operativos de reparación se contabilizaron 8.633 fisuras provocadas por la mala calidad del material con que está hecha parte de los distribuidores y soldaduras, así como por la falta de controles de calidad de materiales y procesos.

Un informe interno de Coca Codo –que es parte del examen especial– revela, por ejemplo, que todas las unidades presentaron fisuras y tuvieron que ser reparadas una y otra vez.

Según ese reporte, las unidades 7 y 8 fueron las que más veces tuvieron que ser intervenidas.

Los parámetros de las soldaduras de fabricación, transporte y montaje final de los distribuidores quedaron en entredicho, tras la supervisión técnica.

Pero esos reportes y estadísticas resultaron referenciales, puesto que al mismo tiempo que se corregían unas fisuras aparecían otras en algún lado. Como una coladera.

Los planes de contingencia dispuestos por los gerentes sirvieron para corregir fallas, pero también para detectar nuevas grietas y fugas de agua.

“Fisuras no corregidas de forma adecuada y esfuerzos residuales no aliviados pueden llevar a una fractura del material.

No es posible determinar si este evento puede o no ocurrir durante los 50 años de vida útil de la central”, se señala en otro oficio.

Aquellos problemas se quedaron en la central –ubicada entre las provincias de Sucumbíos y Napo– y de ahí no salieron; entre otras razones, por el cerco informativo y la reserva impuesta por el Gobierno anterior.

Jorge Glas, en su calidad de vicepresidente, fue la cabeza del proyecto, y estuvo acompañado por Esteban Albornoz, quien era el ministro de Electricidad y hoy es asambleísta afín al morenismo.

Una decena de fallas fueron descritas por los cinco auditores de la Contraloría durante la lectura del borrador del examen especial que les tomó más de seis horas.

Aunque el análisis del organismo de control se cerró en abril de este año, los auditores citaron documentos y oficios de agosto y octubre pasados en los cuales se señalan cientos de nuevas fisuras e “indicaciones de soldadura”.

A partir de las alertas que se sucedieron durante la construcción, la determinación de responsabilidades –entre la constructora Sinohydro Corporation, la estatal Coca Codo Sinclair, los fiscalizadores y las firmas subcontratistas– se convirtió en un tema más administrativo –con oficios de ida de vuelta– que de medidas a largo plazo.

Reparar algunos tramos implicaría desmontar una parte de la llamada “caverna de máquinas”, un gigantesco complejo de generación construido bajo tierra cuyo costo fue de $ 1.010,8 millones.

La discusión puertas adentro de la hidroeléctrica y las autoridades (además de la capacidad de generación eléctrica) es si los costos de la reparación correrán por cuenta de Sinohydro o del Estado ecuatoriano. Una de las opciones es que la constructora extienda o entregue una garantía. (I)

Fuente: eluniverso.com