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Ricardo Vasconcellos R.: Cayeron las máscaras, Barcelona es una central política

Fue el 6 de noviembre pasado. En una entrevista concedida al periódico El Comercio el presidente de Barcelona, José Francisco Cevallos, decidió lanzar la careta al aire.

Lo que siempre dijimos, que había llegado a la presidencia del club más popular del país con un propósito político (Reloj de Arena, septiembre 27 de 2015, Diario EL UNIVERSO) y que Cevallos negó, rodó por el piso.

“Estoy totalmente consciente de que Barcelona SC es una marca política dentro del país, lo asumo con valentía.

No se acuerdan que Isidro Romero, Heinz Moeller, Luis Noboa, Eduardo Maruri usaron al club como plataforma.

La diferencia conmigo, sin ser arrogante, es que yo primero labré mi nombre con el deporte y con cargos públicos.

Yo estoy arriesgando mucho por la institución, porque si no le va bien, el hincha acérrimo no va a votar por mí”. ¿Sinceridad, cinismo, o valentía?

Dejemos firme una premisa: deporte y política han marchado juntos en muchas etapas del desarrollo social.

El deporte necesita de la política de Estado para normar su desarrollo y lograr el financiamiento.

Lo reprochable es la conducta de los políticos que se aprovechan del deporte para obtener réditos electorales, de fama o de fortuna.

“La instrumentalización siempre está presente, aunque sea más sutil en los regímenes democráticos.

Paradójicamente, cuando más se insiste en la idea de usar el deporte y la política es bajo regímenes no democráticos”, aseveró el español Víctor Alonso, doctor en sociología.

Cuando más se hablaba en los discursos de los grandes personajes olímpicos a nivel mundial del reproche a la utilización del deporte con fines políticos el Comité Olímpico Internacional entregó la sede de los Juegos de 1936 al floreciente nazismo de Hitler. Antes, la FIFA había otorgado la sede de la Copa del Mundo de 1934 al fascismo de Mussolini. Los dos dictadores aprovecharon la oportunidad para afirmar su discurso nacionalista, bélico y racista.

El argumento de Cevallos, presidente de Barcelona desde 2015, es de que antes también se usó a Barcelona con fines políticos.

“No recuerdan que Isidro Romero, Heinz Moeller, Luis Noboa, Eduardo Maruri usaron al club como plataforma.

La diferencia conmigo, sin ser arrogante, es que yo primero labré mi nombre con el deporte y con cargos públicos.

Yo estoy arriesgando mucho por la institución, porque si no le va bien, el hincha acérrimo no va a votar por mí”.

Lo que otros dirigentes hicieron mal antes no es excusa para repetirlo.

Por ética debió obrar rectamente para no incurrir en el mismo vicio y renunciar a la presidencia.

La declaración que hemos citado refleja el verdadero objetivo de su disputa para llegar a la presidencia de Barcelona: hay que tener un buen equipo, no por lo que los títulos significan para el ídolo del Astillero sino para que “el hincha acérrimo vote por mí”.

Labró Cevallos un nombre en el fútbol, eso no tiene discusión.

Lo que tampoco puede discutirse es que manchó su nombre con la agresión contra el árbitro Alfredo Intriago y el vocabulario usado frente a las cámaras.

Su papel de instrumento de la embestida de la Revolución Ciudadana para estatizar el deporte es un baldón imposible de borrar.

Nadie ha olvidado su pretensión de llevar de abanderado de la delegación olímpica ecuatoriana en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 al entonces presidente Rafael Correa, ignorando la regla olímpica que prohíbe que los políticos participen en esta ceremonia, pues su lugar está en las graderías. ¡Imagínense! ¡Rafael Correa desfilando como abanderado de nuestra delegación olímpica! A veces el adulo impide una visión clara de la decencia.

De su paso por la Ggobernación de Guayas me eximo de comentar. ¿Ha “arriesgado mucho” al asumir la presidencia de Barcelona?

Lo que sí ha arriesgado y puesto en mal predicamento es su capacidad de conducir un club de fútbol, de tener un plan para afrontar las responsabilidades y la carencia de un equipo administrativo y técnico. Hasta hoy no puede aclararse cuál es el monto de la deuda institucional.

Elude el tema en las entrevistas y en las asambleas. Cuando ganó las elecciones dijo que la deuda era de $17 millones.

Poco después empezó a hablarse de $ 27 millones y más tarde de $ 32 millones.

Los diarios reprodujeron una declaración de Carlos Alfaro Moreno, quien afirmó que al conocer la cifra del déficit había llorado.

Cuánto llanto habrá derramado cuando se habla hoy de cifras entre $ 41 y $ 47 millones.

Si esta no es la suma correcta ¿por qué no aclarar de una vez por todas las cuentas en rojo de Barcelona?

Un tema de campaña electoral fue la recuperación del dinero que habían derrochado las administraciones antecesoras.

Se contrató una firma auditora que emitió un informe cuyo texto no se conoce, pero que sirvió para ir a la Fiscalía y presentar una denuncia.

¿Señalaba ese informe el monto y los responsables de la gigantesca deuda? No lo sabemos porque luego de entregar la denuncia, Cevallos y sus compañeros de directiva no volvieron más a la oficina del fiscal.

Del equipo inicial de Cevallos se han marchado por diferentes razones ocho dirigentes y dos miembros de comisiones.

Uno de ellos, Jorge Jiménez, hizo graves acusaciones al presidente del club.

Ha habido derroche de recursos, pese a la gran deuda que podría llevar al club a la quiebra.

No es alarma, pues deber tan millonaria cifra es síntoma de desastre.

Las contrataciones han sido un fracaso.

Barcelona parece haber quedado fuera de la pelea por el título y su ubicación actual lo coloca al margen de la Copa Libertadores de América.

Puede recuperarse pero debería darse una multitud de situaciones favorables para que se acerque a los líderes.

Barcelona es un equipo desmotivado, apático, sin alma. Divorciado de su historia pese a los sueldos millonarios de los jugadores, cuerpo técnico y la burocracia.

Hay contratos con empresas pertenecientes a líderes de la Revolución Ciudadana y el correísmo y fideicomisos cuyos alcances no se conocen.

La “marca política” Barcelona sirve para tratar de llegar a puestos políticos con presupuestos millonarios, pero no vende.

Hay que buscar intermediarios golosos para lograr auspicios cuando un ídolo se vende solo.

Son las empresas las que buscan al club canario para aprovechar su popularidad.

Mario Canessa ha insinuado en su columna la necesidad de que los clubes se conviertan en sociedades anónimas como medio para transparentar las cuentas.

Hay otra solución que puso en boga Mauricio Macri, presidente de Argentina, y expresidente de Boca.

En 1997 reformó el estatuto del club.

En dicha reforma se prohibió la reelección indefinida, limitándola a dos periodos, y se estableció que toda lista que se postule para dirigir a Boca debería presentar avales económicos como demostración de solvencia, para que, en caso de una mala gestión económica, el club no se perjudique.

Desde esa reforma los dirigentes de Boca son solidariamente responsables con sus bienes propios en cualquier disminución del patrimonio neto que reciben al asumir su mandato.

Los socios de Barcelona y los de otros clubes en apuros pueden ir pensando en una reforma igual.

¿Cuántos derrochadores irresponsables se darán la vuelta cuando sepan que su dinero servirá para responder por las cuentas en rojo que ellos provocaron? (O)

 

Fuente: eluniverso.com